El Nuevo Día 16 de Diciembre del 2011 Ciertamente el 2011 deja un legado que marcará los libros de Historia de
las futuras generaciones. Pocos años atrás no nos hubiésemos imaginado un
Oriente Medio sin las longevas dictaduras de Ben Ali, Hosni Mubarak, Muamar
Gadafi y Al Saleh.
Los destinos de los dictadores han sido variados. En los casos de Ben Ali,
quien gobernó Túnez por 24 años, y de Al Saleh, dictador en Yemen por otros 33,
ambos optaron por exilarse y refugiarse en Arabia Saudita. Mubarak, quien está
hoy encarcelado en la tierra egipcia y que gobernó por 40 años, comparece a sus
vistas judiciales literalmente enjaulado. El caso del dictador Gadafi culminó
con su ejecución a sangre fría por los rebeldes libios quienes quisieron
asegurarse que no volvería a gobernar más allá de los 42 años en que ostentó el
poder.
Aparte del derrocamiento de longevos dictadores, la “primavera árabe” ha
provocado otros cambios significativos. Los partidos islamistas, que inspiran
sus plataformas políticas en el Islam y la ley islámica (shari’ah) han resultado
favorecidos ampliamente por el electorado. Así sucedió en Túnez y más notable
aún es el caso de Egipto, donde los partidos islamistas, moderados y ortodoxos,
han capturado casi dos terceras partes del favor popular en las urnas. Son de
esperarse también triunfos de movimientos políticos análogos en Libia.
La “primavera”, conocida también como “revuelta árabe”, es responsable de otros
cambios importantes en la región aunque no hayan significado el derrocamiento
de sus gobernantes. Por ejemplo en Argelia se levantó un estado de emergencia
por el cual se gobernó por los últimos 19 años. En Arabia Saudita, el rey
prometió espacio a la mujer tanto para votar como para ser electas a su consejo
asesor y a las elecciones municipales a partir del 2015.
Esto ha sido acompañado de significativas concesiones económicas y aumentos de
salarios que se han emulado en otros países como el Líbano, Omán y Bahrein,
aunque el reinado en este último sigue experimentando niveles altos de
disconformidad popular. En Jordania, el rey ha destituido ya a dos primeros
ministros ante presiones populares que exigen cambios a un paso más acelerado.
Siria está en plena ebullición y por ende debemos esperar cambios
significativos en el 2012. La represión violenta del régimen de Bachar Al Assad
para con las manifestaciones populares ha provocado la condena amplia de la
comunidad internacional induciendo un aislamiento progresivo del régimen. Esto,
sumado a que las protestas gradualmente han degenerado en una guerra civil,
complica y hace cuestionable la permanencia de la dinastía de la familia Al
Assad que ha gobernado Siria por más 40 años.
La “primavera árabe” se pretende opacar con las voces del miedo a supuestos
extremistas islámicos. Las mismas que estuvieron por decenas de años calladas
mientras los tiranos oprimían a sus pueblos saqueando sus países. Y si las
calladas voces indignan, resultan más reprensibles aquellos que no sólo
callaron sino que por décadas colaboraron proactivamente legitimando estos
tiranos con dineros, apoyo político internacional, inteligencia militar y
armamentos.
Los pueblos hoy desconfían de estos cómplices manteniéndoles al margen de la
evolución de sus procesos políticos. Sin ellos estorbando, hoy se vuelcan a
favorecer quienes suplieron sus necesidades sociales de salud, educación y
seguridad en sus barrios.
Se les ha hecho tarde para sembrar temores infundados. Los torturadores
opresores a los que sí temían se han ido, han huido, están muertos o
moribundos.
Las urnas, instrumentos últimos de la voluntad popular, verán a pueblo tras
pueblo alejarse de quienes le fallaron y acercarse a quienes le cuidaron, los
cuales les ofrecen una larga primavera. |